RPGs, Ametralladoras...No, sin mi droga

martes, 21 de octubre de 2008



Un villorrio sito en pleno Valle de la Bekaa con no más de 200 residentes, ajeno al control de las fuerzas de seguridad. Este es territorio del 'salvaje oeste' libanés. Así lo apodó un diario local.

Aquí los que mandan son personajes como Zaayter, rodeado de su cohorte de guardaespaldas que exhiben a cada cual un apelativo más singular: Bin Laden, Escorpión, Tigre. Por si quedaba alguna duda de quien detenta la autoridad local, los milicianos portan aparatosas ametralladoras con lanza-granadas al estilo Rambo y vigilan el poblado conduciendo un aparatoso 'Hummer' plateado.

"No soy ni un traficante de drogas ni un terrorista. Simplemente un granjero que cultiva hachís", afirma Zaayter, que porta una gorra beisbolera y una amplia coleta de caballo.

Aunque Noah Zaayter no es el principal traficante de hachís libanés –pese a que suele "estampar" los paquetes de droga con una calavera y una leyenda que reza: "N Z (sus iniciales), the king" (el rey)- si se ha convertido en los últimos meses en toda una estrella mediática por sus repetidas apariciones en las televisiones árabes y sus continuos desplantes a la autoridad.

La opulencia que se observa en el domicilio de quien fuera oficial del ejército es el contrapunto a la carestía de medios que admite el jefe de la unidad anti drogas libanesa, Adel Mashmushi. Sentado en su despacho de Beirut –donde se advierte un simpático cenicero con la figura adosada de un melenudo tipo Bob Marley que enarbola un enorme canuto-, el coronel admite que sus hombres carecen desde radios para comunicarse hasta chalecos anti balas. "No funciona ni la fotocopiadora", dice y ratifica su aseveración apretando inútilmente la máquina de la oficina.

Los continuos insultos y amenazas de Zaayter contra las fuerzas de seguridad –"si se atreven a venir los recibiremos a tiros". Las palabras del líder de Knaysseh no son fanfarronadas. Cuando Mashmushi y sus agentes apoyados por el ejército intentaron destruir las plantaciones del Oeste de la Bekaa –donde reside Zaayter- en el 2007 sus fuerzas fueron recibidas con cohetes anti tanque. "Disparaban desde todos los sitios. RPGs, ametralladoras,.. Estábamos en campo abierto y ellos se ocultaban en varias aldeas. Tuvimos que retirarnos", reconoce el oficial libanés.

El caudillo local ha intentado forjarse una aureola similar a la que mantienen los grandes traficantes de drogas de Colombia y México entregando generosas donaciones a cerca de 300 familias de la zona, según su propia contabilidad. "No me gusta hablar de esto pero si, les pago el colegio, si necesitan ir al hospital.. ¡No soy un santo ni Robin Hood, pero si un revolucionario! ¡Para mi plantar hachís es como hacer la revolución porque es la única manera de que esta región pueda sobrevivir!", asegura.

Acusado de 487 cargos criminales y perseguido incluso por la Interpol, Zaayter afirma que en el 2002 aceptó destruir sus plantaciones de cannabis. "El gobierno no tenía tractores así que utilizamos nuestras propias máquinas. Estuvimos casi 50 días trabajando. Nos prometieron 100 dólares diarios por cada uno y un cultivo alternativo. No pagaron nada, ni siquiera el combustible que consumieron los tractores. Antes habíamos intentado comercializar patatas, tabaco y algodón, pero nadie nos lo compraba. Es como si el gobierno quisiera obligarnos a plantar hachís", añade.

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